sábado, 6 de diciembre de 2008

El acorde perfecto.

Tenía 90 y desde hacía 10 vivía sola con un piano desafinado. Rehusaba tocarlo sabiendo que pronto se sentaría a hacerlo. Así, pues, la soledad y el silencio (tanto más el silencio que la soledad, si es que no son la misma cosa) la acercaron a su anacrónico amigo. Comenzó despacio, con cautela, como aquellos que desconfiados ingresan en un mar de conchas afiladas. Buscó melodías deformadas y encontró en cada nota un motivo para seguir tocando. Así, con una mueca de placer y morbo que era el resultado combinado de su insufrible soledad y su exquisito oído, fue amigándose con su música. De niña había escuchado un rumor sobre un acorde secreto que permitiría a su realizador verle la cara a Dios y encontrar en esta imagen la perfecta paz. Desde entonces había jugado con la idea de buscarlo pero nunca seriamente, y si bien había gastado tediosas horas en insípidos intentos, nunca lo había hecho sistemáticamente y por supuesto nunca había tenido éxito. El rumor era conocido únicamente en los círculos de elite en los que había sabido moverse. Se creía que para conseguir lo imposible, se debían usar las dos manos para sostener un acorde de siete notas con la presión exacta sobre el pedal, pues la duración era tanto o más importante que el acorde mismo. Rumores, ni más ni menos, que nunca nadie había podido negar o afirmar y que con el correr del tiempo se fueron convirtiendo en poco menos que leyenda. Pero no en ella. Ella había guardado esta ilusión como quién aún cree en los milagros y ahora sus días se destejían en esfuerzos organizados y sistemáticos por encontrar el acorde de Dios. Acordes con sexta, séptima, octava; bemoles o sostenidos, escalas imposibles, en notas altas o bajas, arpegios que terminaban siempre con siete reumáticos dedos sobre el desafinado piano que parecía quejarse ante su ineptitud. Todo lo anotaba y todo lo registraba para no repetir errores, y la voracidad de su necesidad la fue llevando a sentarse frente al piano 14 horas diarias. Vaya uno a saber si por causa de lo altísimo y dignísimo de su tarea o simplemente por mera longevidad, la vida de esta señora parecía no tener fin, y casi llegando a los 100 el piano estaba sencillamente tan desafinado que cualquiera que pasaba caminando por su ventana ponía cara de incomodidad o vergüenza al escucharla tocar. Pronto comenzó a pensar que la tarea era sencillamente imposible y esto la hizo desesperar. Dudó amargamente y con lágrimas que la encontraron sola en una habitación que parecía reírse de su ineficiencia. Es cierto que los años habían matado sin piedad su fino oído musical y ella ya casi no se daba cuenta del error. Pero lo que la desalentaba realmente está más allá de lo que alguno de nosotros pueda comprender en palabras. La queja muerta, ahogada y continua, las pantuflas pesadas con el polvo de mil años y la alfombra negra con el tiempo de otras tantas frustraciones. El eco ido, la reverberación imperfecta, el esfuerzo inútil. La soledad, el silencio, la oscuridad, el calor, los mosquitos, la humedad. Todo esto no es más que un vanidoso intento descriptivo de quién escribe. Me bastará decir que no es nada de todo esto, o en todo caso, lo es indudablemente, pero distorsionado por el peso de mil golpes. Sin embargo, todo llega a un fin, y un gran día (tan grande como las pirámides y el amor verdadero) la vieja volvió a sentarse al piano y comenzó a tocar nuevamente. Razonó que si nunca nadie había tenido éxito en la búsqueda era justamente porque lo habían hecho sobre pianos afinados. Esto la alegró inmensamente. Desarrolló un método (More madness in it than method proper) y calculó que podría alcanzar todas las combinaciones si se pusiera a tocar 20 horas diarias durante dos años. Pensó que estaba acostumbrada a dormir poco y así entonces comenzó su empresa. Las combinaciones que realizaba eran verdaderamente inteligentes y el método más que eficiente. Sus oídos se acostumbraron a frecuencias imposibles y buscaron con gusto el acorde secreto, esa combinación ideal que sociedades y sectas habían perseguido frenéticamente desde tiempos inmemoriales. (Se creía que varios habían muerto en el intento pues así como existe el acorde de Dios también existe el de su antagónico enemigo, y este es, por cierto, mucho más fácil de encontrar y con él, la muerte). Carreras enteras habían alcanzado la ruina total por esta manía que se volvía obsesión en muchos. Sin embargo, nada desalentó a nuestra pianista a partir de este momento. Desde el alba hasta el ocaso, con luz eléctrica o de vela según la ocasión, encorvaba su espalda y acalambraba sus dedos hasta quedar exhausta frente al piano. Pasó un año y había tachado conforme la mitad de las combinaciones posibles. Pasó otro y le quedaron tan solo unas docenas de sonidos. Quedaron veinte, quedaron diez, cinco, cuatro, tres y dos. Quedaba ahora solo el último, y en este último, el éxito de su vida o el fracaso de la de todos. Esa noche, que era una noche igual al resto salvo por la presencia de la muerte que nos viene a reclamar, nuestra anciana muere antes de probar la última opción. Queda sobre el papel, en este perfecto método, la posibilidad de tocar el último sonido. Aquí lo tengo junto a mí, firmado por mi abuela. Quizás algún día lo toque y nada suceda. O quizás me vaya con ella, al cielo o al infierno.

26 comentarios:

Blue Fairy meets Gepetto dijo...

me gusto. la busqueda del imposible es lo que nos hace seguir viviendo.
(epa soy la primera en comentar... y tambien la hora me justifica no?) besos desvelados

Laperraseescapó dijo...

Me gustó mucho...y me dió un escalofrío final...bvvrrvvrrr!!!
Seguiré pasando, muy bueno lo que hacés.
Saludos.

Terapia de piso dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Terapia de piso dijo...

El éxito no siempre se mide por el logro. Aunque muchos lo crean así.

José Roberto Coppola

Ada dijo...

Cuando la vida nos brinda la opción de aprender lo único que le pedimos es tiempo..Muy lindo relato!

Mary Lovecraft dijo...

Pura poesía.

Muy bello y alegórico escrito.

me gustó mucho.

un beso, Javi :*

Eric dijo...

A veces nos pasamos años en la búsqueda de la felicidad, sin darnos cuenta que está a nuestro alcance, y puede ser imperceptible.
Muy buen relato. Un abrazo.

Anónimo dijo...

realmente muy bueno. creo fervientemente que si ella hubiera tocado esa última combinación tmb hubiera muerto, porque conocer a Dios es ser inmortal, y porque (por más contradictorio que suene) sólo se puede ser inmortal en la muerte.
caben otras dos posibilidades: que el hecho de haber encontrado la combinación equivaliera a haberla oido (por dos razones: el logró está en el esfuerzo, no en el resultado; y porque, como explica una pelicula que vi , " es el camino, y no el destino, el que nos hace felices; razones que tanto no difieren); y que ella ya supiera (porque conocia las notas) cual era la combinación, y no necesitara tocarla paro descubrir a Dios.
esas son las posibilidades optimistas. la que propones vos no lo es, pero no es lo es lo suficientemente cerrada como para que no se pueda interpretar según las posibilidades optimistas.
(no me hagas caso en todo esto; it's all in my mind)
última cosa: esa última combinación que heredaste de tu abuela es muy probable que sea solo para ella una ruta hacía Dios, y que así como ella se esmero para conseguir la suya, vos tenes que hacer lo mismo. si no es así, si hay una general, y es esa que te paso tu abuela, sin que vos hagas ningún esfuerzo, probablemente no la toques nunca (por razones que jamás lograras explicarte)y si lo haces, y al final era, qué se puede decir: boy, you are lucky!!!

g. dijo...

Buen texto, Javier
Buen texto.
Hoy de madrugada no tengo mucho más para decir.

MATANUSKA dijo...

me ha encantado hoy tu post, me ha gustado muchisimo y los pelos de punta ayss

beosss

LuLú dijo...

A veces las autoexigencias, los grandes objetivos, las metas lejanas y la obsesión por alcanzarlas, no nos dejan disfrutar del camino a ellas que en realidad es lo que vale, sino, después de haber alcanzado el preciad acorde perfecto ¿qué?, ¿qué más?.
Yo creo que sin darse cuenta, aunque no lo haya disfrutado y lo haya vivido como una frustración, el mantenerse activa, en la búsqueda, fue lo que la mantuvo viva.

Anónimo dijo...

naaa... Hoy martes dormido ni en pedo leo eso largo.. Sorry soy sincero jajajaja Te quiero amigo!

JuanchO!

Florcita dijo...

Creo que cada día que amanezco, vivo el día de la misma manera que "tu abuela"... y para mi, es un placer.

Mil besos Javi, me encanta leerte!!!

Florcita.

Anónimo dijo...

oscura genialidad... como nos tenes acostumbrados...
bidimensiones donde miremos amigo... contrapuntos, opuestos, antagonismos... dualidades ...
asi somos, tomenlo o piensen antes de dejarnos

te quiero!

Anónimo dijo...

Yo no lo tocaría. Dejaría que el legado quedara en la familia para siempre. También tengo otra teoría. Por ahí la abuela del personaje tocó el acorde, vio a dios y de la desilusión, se murió.

Algo que no decís, pero se infiere del texto, los músicos tienen que ser grandes matemáticos. La música es un arte que reclama a esta ciencia todo el tiempo, sino ¿cómo sabía la nonagenaria que estaba frente a la última combinación posible?, ¿qué cálculos tuvo que hacer?

gla. dijo...

Despues de leer los comentarios solo te puedo decir que veo esperanza en tu escrito...me gusta. besos.

Mónica dijo...

Hola Javier!, conseguí postear la propuesta de Garabantsu y también quiero invitarte a crear una casette con tu música, asi podré escuchar la música que te gusta. Si la aceptas, bien, si no, lo entiendo. Un abrazo y hasta pronto. Feliz fin de semana.

LoOla dijo...

Una vez más, tuya es la elección. Hay melodías que no duran para siempre, ni músicos capaces de aguantar siempre la misma melodía.

Un placer pasarme por aquí.
Besos brujos!

Guillôm dijo...

final abierto.

Anónimo dijo...

A veces todo se decide con la última nota,con esa que nos mira y parece decirnos:

"Venga a ver si te atreves"

Mer

Pulgamamá dijo...

Que lindo escribes. Debes ser muy feliz, si pasas tu tiempo escribiendo y pintando. No pares.
Saludos

gerardobasabe dijo...

Hola Javier.Siempre es grato pasar y leer tus escritos.un abrazo.chau

Anónimo dijo...

Me quedé con ganas de más y por eso volví. Es un placer recorrer la senda de tus palabras. Espero que el viaje nos lleve mejor al cielo. No me gustan los infiernos. Un abrazo muy grande, compañero y me alegro de serte de alguna ayuda con mis comentarios. Cuídate.

·Êl düêndê (¡n)fêl¡z· dijo...

Simplemente puedo decir que me quedé impresionada...
es realmente preciosa la forma que tiene de decir las cosas, es admirable ^^

Lidia M. Domes dijo...

Lindo relato, sobre milagros, imposibles y constancia...

Abrazos,

Lidia

mariana semino dijo...

Hola Javier
Me gusto mucho este relato, muy poético y me conmueve saber que fue tu abuela la protagonista...
Muy fuerte!!
Seguire leyendo los demas.
Un beso
Mariana