Camina con vértigo en los ojos siguiendo su instinto. La realidad se deforma como si le hubieran reventado las orejas de un golpe. Respira alocadamente y no puede contener el llanto. El frío le corta la piel y convierte sus lágrimas en espinas de cristal. En el fondo se ve la salida: una escalera que conduce al olvido. Una puerta que es a la vez piedad e infierno.
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